El taxista

El taxista, en vez de arrancar, gira lentamente la cabeza hacia ella. El grueso cuello forzado, la papada que oscila en un ejercicio hipnótico.

– No, señorita. No voy a seguir a ese coche. No insista. Créame, me han dicho esa frase muchas veces. Y nunca, ni una sola vez, ha traído nada bueno. La vida no es una película. Sea honesta consigo misma, tome su decisión de una vez. Porque lo que pretende querer averiguar siguiéndole, en realidad usted ya lo sabe.

Y vuelve a su crucigrama dejando correr el silencio, indiferente a si terminará en portazo o en llanto.

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