Entenderás, Juan

Él contempla el cielo de fluorescentes de hospital.
Ella le observa.
– La habitación es cómoda, ¿verdad? 
No hay respuesta. Pero el reloj le dice, como siempre, que aun tiene que esperar un poco más.
Por sus hijos. Por la Casa.
Pero esta vez hay algo distinto. Hay un rictus en su cara, un dolor en sus ojos. Lo vuelve a ver vulnerable, como cuando el Caudillo le abroncaba casi por aburrimiento. 
– Entenderás, Juan – se atreve – que se hayan enfadado.
Hay un relámpago de ira contenida.
– Sofía, gracias. Márchate ya.  
La puerta cerrándose oculta su sonrisa.

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