Repentinamente el autómata toma conciencia de sí mismo. Sucede de pronto, sin causa aparente, no es consecuencia de ningún gran acontecimiento. Ha despertado junto a la febril cadena de montaje. Está vivo.
Se detiene y mira asombrado a su alrededor. Un millar de dobles idénticos continúan atornillando velozmente las piezas que llegan sin fin por cintas incontables. Hay un ritmo cautivador en la ejecución simultánea de sus hermanos, una reconfortante sincronización de operarios y tareas.
Contempla la cinta imparable y después sus manos inmóviles. Un grandioso ritmo metálico recorre la fábrica. Duda unos segundos y regresa a sus tareas, feliz.
genial