El todoterreno sigue circulando despacio, con los intermitentes puestos, pero sin llegar a detenerse. Está hiperventilando, la descarga de adrenalina le ha puesto en órbita. Por el espejo retrovisor puede ver el cuerpo del ciclista caído. Bajo la escasa luz de la farola le parece entrever una rueda girando y algo negro que se extiende por el suelo. Es imposible que haya sobrevivido, se dice. Hasta la luna del todoterreno se ha agrietado. El coche sigue avanzando lentamente por la carretera, una recta oscura y silenciosa. Piensa en sus hijos durmiendo. Apenas es una decisión consciente acelerar alejándose del cuerpo.