El agente secreto de ficción siente el calor del rayo láser derritiendo la plancha de acero. Grilletes plateados sujetan sus manos y pies. La resplandeciente línea corta limpiamente el plano, como seguirá en pocos segundos – es difícil calcular cuántos – con su entrepierna y el resto de su cuerpo. Forzar las sujecciones no ha funcionado. Tampoco la oratoria, el subterfugio ni las amenazas. El rayo ya casi roza su piel, entiende que no tiene escapatoria. No se equivoca. La hoja se arruga y el hastiado escritor hace una bola con ella y la tira junto al enorme montón en el suelo.
Mucho mejor método que gritar a la desesperada "¡Operación Gran Slam!"
jejeje, es que ese momento siempre me recordó algo como lo del cuento, un se me acabaron las ideas, pero esto vale 🙂
Por cierto, creo que leíste la version 1.0 del cuento, ya tienes la última, mejorada y vitaminada. Disculpen las molestias.