Está más nerviosa que la chica al otro lado del teléfono, pero hace lo posible por disimularlo. Escucha a sus compañeras alrededor, un murmullo de voces veteranas diciendo lo correcto, concentradas en sus propias conversaciones. Le sudan las palmas de las manos y nota un timbre poco profesional en su voz. Tiene una gran responsabilidad sobre sus hombros. Sus palabras podrían cambiar una vida, muchas vidas. Debe concentrarse, recordar todo lo que ha aprendido de Mamá Loawa.
– Rosa, de ese chico que te gusta, ¿sabes su fecha de nacimiento?- comienza a decir, mientras baraja las cartas con manos temblorosas.
corro el franco peligro de acostumbrarme a un ‘100palabras’ cada mañana. Y cuándo los acabes, qué será de nosotros? Por qué nos sometes a esto? Yo propongo que después empieces el 50×50!!
me gusta mucho este, tiene una característica que tienen los anteriores (como el del móvil, o el del taxi) de entender que las miserias humanas (en este caso, el miedo laboral) surgen en situaciones inesperadas como la del curro de algo que la convención imagina como un engaño. Pero, ah, al niño ladrón le tiemblan las piernas, no? Sobre ese temblor diría que van muchos de los relatos. Me gusta esa capacidad de observación, míster. Mis ánimos a seguir con la empresa. Y le comentaré más, claro…
Gracias Goio! Un placer saber que sigues esos cuentos de buena mañana 😉 La verdad es que, aparte de pasarlo muy bien picando tecla, me está viniendo genial para canalizar cierta energía de la testa que si no se desperdiciaba en la ionosfera.
Un abraxo
Yo canalizo eso escribiendo… Pero mails. Esto es mas productivo. Pero yo lo hago durante el curro, porque es cuando me lo pide el cuerpo.