Años atrás, el funcionario se vio en medio del fuego cruzado de dos directores que disputaban su entonces prometedora capacidad de trabajo. Repentinamente uno fue ascendido y el otro jubilado. El resultado para el funcionario fue una ausencia casi total de tareas. Se acostumbró entonces a quejarse del interminable (y ficticio) trabajo pendiente para evitar nuevas obligaciones y pasaba su jornada feliz, sin trabajar una hora.
Ahora tiene delante a un joven listo y ansioso, recién asignado a su cargo, para echarle una mano. El funcionario le mira. Es un ser de otro mundo que viene a llevarse su calma.