Ojos verdes, piernas largas, falda corta. Su sonrisa es como un detonador.
Siente la presencia a su lado, como una promesa en voz baja. Manos perfectas, uñas brillantes rozan suavemente su codo. Sus labios parpadean, hay un gesto con los ojos que no es un guiño, es un pequeño signo de exclamación, el chasqueo de un arma cargada. El jugador se da cuenta de que no ha dejado de mirarla y ahora todos le observan a él. Se vuelve. Agita la mano, lanza los dados por última vez y asume que, pase lo que pase, esta noche va a perder.