Por favor, les ruego que no saquen las manos por la ventanilla, podrían hacerles daño. Sé que ahora no me toman en serio, nunca hacen caso a este consejo hasta que es demasiado tarde. No lo digo porque quiera hacer menos satisfactoria la experiencia, deben creerme. Es una precaución necesaria. Hace apenas un año, una joven sacó la mano por el hueco de la ventana, ahí mismo. El mordisco le arrancó la mano, el tirón la empotró contra la pared, su cabeza agrietó el cristal. No puedo decir que me alegrara, pero debo recordarles que ella también había sido advertida.