Hijos míos, o Dios nos disculpa en la Tierra o Dios nos disculpa en el Cielo, pero no creo en esa mezcla oportunista de quienes no quieren arriesgarse.
Creo fielmente en Dios, como hombre y como sacerdote. Creo que nos ha puesto aquí para que hagamos de la Tierra su reino o perdamos la vida en el intento. Sí, pongamos la otra mejilla. Y resistamos nuestros golpes con valor. Pero demos también las bofetadas necesarias en en largo camino hacia el bien.
Hijos míos, yo bendigo hoy estas armas y esta Revolución tan dolorosas como necesarias, verdaderos instrumentos de Dios.